
¿A qué nos referimos cuando hablamos de Personalidad?
¿Qué es la personalidad?
Como habrás visto en la introducción el término de personalidad, en muchas ocasiones, se utiliza de una manera errónea. En psicología cuando hablamos de personalidad nos referimos a un conjunto de pensamientos, sentimientos y comportamientos profundamente incorporados, que persisten en el tiempo y nos hacen únicos e irrepetibles. Las personas tendemos a responder de un modo similar al enfrentarnos a ciertas situaciones. Sin embargo, nuestro comportamiento no está determinado tan solo por la personalidad. El aprendizaje, el ambiente o los estados anímicos nos condicionan a la hora de actuar en ciertos momentos.
Si bien la personalidad puede, en cierta medida, predecir o determinar cómo nos comportaremos ante diferentes situaciones, no podemos pretender que la exactitud sea al cien por cien. La complejidad del ser humano y la inmensa cantidad de factores que intervienen en nuestra manera de actuar hacen imposible la identificación de un único predictor de comportamiento.
Factores determinantes de la personalidad
Existen varios factores que son determinantes en nuestra personalidad como son: la herencia, el afecto, la nutrición, la salud física, el desarrollo neuropsicológico, el ambiente y el aprendizaje.
Según Hans J. Eysenck , psicólogo inglés que dedicó su vida al estudio de la personalidad, la estructura de personalidad posee tres «dimensiones»: carácter, temperamento (que muchas veces se confunden) e inteligencia.
Cuando hablamos de carácter nos referimos a aquellas características en las que tiene un mayor peso la influencia del ambiente, es decir, el aprendizaje. Es adquirido, ligado a factores educativos y culturales. Sin él nos sería imposible interiorizar las normas sociales y nuestro ajuste voluntario. Es nuestro comportamiento conativo y se le puede educar, claro está que con trabajo personal.
Respecto al temperamento, es la base biológica del carácter, nos viene dada, es nuestro comportamiento afectivo (en gran parte resultado de la suma de procesos químicos del cerebro). Recientes estudios informan cuáles son los genes que influyen en nuestra personalidad.
Y, finalmente, la inteligencia que hace referencia a nuestro comportamiento cognitivo formada por algunas variables como la atención, la capacidad de observación, la memoria, el aprendizaje y las habilidades para socializarse.
Rasgos y tipos
Como hemos visto, nuestro comportamiento se muestra, en cierta manera, consistente con el tiempo con lo cual podríamos concebir los rasgos como agrupaciones de conductas específicas que se presentan habitualmente.
Un rasgo de personalidad contiene las características de estabilidad y durabilidad y en esto se diferencia de un estado que es una situación puntual, con un inicio y fin. Por ejemplo, es muy distinto que estemos nerviosos porque mañana presentamos un examen, hayamos tomado mucho café o hayamos discutido, a que seamos nerviosos.
Es muy importante tener esto presente, ser específicos, de hecho muchas terapias trabajan en esa diferenciación. Cuántas veces no habrás escuchado que te llamen apático, enojón, nervioso, antisocial, alma de la fiesta…en función de una situación específica. ¿A que fastidia?
Las personas nos asemejamos o diferenciamos no en función de nuestros estados, sino dependiendo de nuestros rasgos. Hay una inmensa, pero inmensa cantidad de rasgos (egocentrismo, impulsividad, ansioso, dominantes, emotivos…).
Como comprenderás el trabajo sería imposible y es por ello que desde el punto de vista moderno de las teorías de la personalidad se establecen los tipos o dimensiones. Los rasgos no son independientes, en realidad se relacionan entre sí en mayor o menor medida y esta relación puede cuantificarse mediante un índice estadístico llamado correlación. Este tipo de relación entre los rasgos hace posible su agrupación en entidades superiores llamados tipos o dimensiones. Así, por ejemplo, tenemos tipos como el de la extraversión, que englobaría rasgos de sociabilidad, vitalidad, actividad, dominancia, búsqueda de emociones, etc. Es importante no concebir estos tipos de manera dicotómica (extraversión-intraversión) si no en un continuo o grado, en función de la medida en que poseemos los distintos rasgos que constituyen ese tipo en concreto.