Consecuencias de la privación materna en la infancia temprana
Uno de los más importantes descubrimientos de la Psicología es que la calidad del cuidado paterno y materno que recibe un niño en su infancia es de vital importancia para su futura salud mental. Por ello, las consecuencias de la privación materna en la infancia serán enormes y de alta influencia en el desarrollo del niño, tema en el que nos centraremos en este artículo.
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¿Qué es la privación materna?
El psiquiatra y psicoanalista británico John Bowlby utilizó el término «privación materna» para describir los efectos que podría tener la separación de los bebés y niños pequeños de su madre o madre sustituta (Bowlby, 1968). Sin embargo, Sigmund Freud y otros teóricos ya habían investigado los efectos de la pérdida de la madre, aunque de otras formas pero llegando a conclusiones similares.
Un niño pequeño debería poder experimentar una relación de afecto, intimidad y continuidad con su madre o substituto materno, en la que ambos de dan amor y encuentran gozo y satisfacción (Bowlby, 1972). La situación genérica en la que un niño carece de esta situación durante su infancia se denomina privación de madre o privación materna. Esté termino abarca diversas situaciones, así como un niño puede hallarse privado aunque viva en su hogar, si su madre es incapaz de darle el cariño que necesita, o se le aleja de ella por algún motivo…
Además, puede haber o una privación parcial o una completa privación, siendo la segunda muy frecuente en instituciones, residencias y guarderías donde el niño no tiene a una persona que lo cuide de una manera individual o con la que se pueda sentir a gusto y seguro (Bowlby, 1972).
Efectos adversos de la privación materna en la infancia
Los efectos adversos de la privación materna en la infancia varían con su grado (Bowlby, 1968). Por una parte, la privación parcial de la que hablábamos antes produce una excesiva urgencia de cariño, ansiedad, sentimientos de venganza y culpa y depresión. Por otro lado, la privación completa tiene efectos de mayor intensidad en el desarrollo de la personalidad y del carácter del niño y puede invalidad completamente su capacidad de relacionarse con otras personas.
Como es de esperar, las ansiedades que surgen durante la infancia de un niño como consecuencia de sus relaciones poco satisfactorias con sus principales figuras de apego le predispone a responder de una forma más antisocial a tensiones posteriores en su vida (Bowlby, 1972). Por ello, hemos de tener en cuenta que las vivencias que tenga el niño en su infancia serán vitales para el desenlace de sus futuras situaciones como persona adulta.
Todo el cariño y el jugueteo, las intimidades a la hora de tomar el pecho (donde el niño se da cuenta de la comodidad de la piel y del cuerpo de su madre), los rituales de vestirlo y bañarlo en los que aprende a valorar su ser gracias a la ternura materna hacia su cuerpo… todo eso queda obsoleto en un niño que no tiene a su figura materna al lado (Bowlby, 1972).
Las consecuencias inmediatas de la privación materna, aunque no siempre son obvias para los observadores que las han estudiado, son con frecuencia muy inquietantes. Algunas de ellas son:
- Reacción hostil hacia la madre al momento de volver a reunirse con ella que se muestra además en una negativa a reconocerla.
- Excesiva exigencia para con la madre, donde una intensa posesividad se combina con una forma personal de insistencia, celos y violentas manifestaciones de enfado.
- Alegre pero superficial apego a cualquier otro adulto que no sea la madre.
- Completa tristeza que se manifiesta en el niño; puede estar horas callado, serio, mirando a la nada y sin hacer ninguna actividad, como si de una depresión se tratara.
Tanto Bowlby como Anna Freud observaron que las separaciones que parecían causar daño habían ocurrido todas tras los seis meses de edad y, en una mayoría, tras los 12 meses de edad, por lo que concluyeron que las privaciones y separaciones en los primeros seis meses de vida eran menos importantes para el bienestar del niño que las que tenían lugar después (Bowlby, 1972).
Los efectos de la falta de cuidados afectivos pueden ir desde una depresión (apatía, rechazo de alimentos, insomnio, retrasos en el desarrollo psicomotor, etc.) que puede ser reversible si el bebé y la madre no tardan mucho en reencontrarse; hasta graves alteraciones físicas y psicológicas o incluso la muerte, en el caso de que la separación sea prolongada o el reencuentro no se produzca.
Depresión anaclítica
La depresión analítica es un estado depresivo en los bebés que se separan de sus madres en el segundo semestre de vida después de haber comenzado a desarrollar un vínculo afectivo (apego) con ellas (García-Izquierdo, 2021). Después de una etapa inicial de protesta en la que el bebé llorará mucho y buscará constantemente amistad, se desarrollará gradualmente un estado depresivo durante la separación.
El bebé será cada vez más apático, encerrado en sí mismo y desinteresado por su entorno, hasta el punto de mostrar una indiferencia total por todo lo que sucede a su alrededor; podrá mostrar letargia y una expresión facial rígida, así como trastornos de la alimentación y del sueño, retrasos en el desarrollo psicomotor y una mayor vulnerabilidad a las enfermedades (García-Izquierdo, 2021). Según se prolonga la separación, los síntomas empeorarán. Estos síntomas podrían remitir si el bebé se reencuentra con su madre en los meses próximos a la separación o si tiene un sustituto que pueda satisfacer su necesidad biológica de afecto.
Si la separación persiste más allá de los 3 a 5 meses (período crítico), ocurrirá un estado de falta de afecto total, conocido como «hospitalismo«, en el que el estado general del bebé empeora significativamente (Bowlby, 1972). Esto podría resultar en la muerte del bebé o en graves secuelas en caso de que su madre se reencuentre tarde o tenga un sustituto. Además, si la madre e hijo se separan antes de los 6 meses de vida y el bebé no tiene un sustituto para su madre, el síndrome de Hospitalismo se desarrollará.