¿Cuál es la clave de nuestras emociones: el pensamiento o la acción?

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Como las emociones son estados mentales, el método para manejarlas debe venir de adentro nuestro. No existe otra alternativa. No pueden ser liberadas por técnicas externas. Dalai Lama

Pensamientos, emociones y conductas

Las personas estamos continuamente influenciadas, básicamente, por nuestro grupo social, nuestro ambiente y nuestro propio cuerpo, pero si realmente queremos entender todo este proceso.

tenemos que comprender que nuestros pensamientos, emociones y conductas están íntimamente relacionados e influyen los unos en los otros.

Los seres humanos raramente, por no decir nunca, tenemos pensamientos o emociones de forma aislada. Las emociones incluyen pensamientos, estos a su desencadenan acciones, que a su vez producen nuevos pensamientos y emociones, y así sucesivamente.

De esta relación circular podemos concluir que si las emociones están afectadas no sólo por los pensamientos sino también por las acciones, podemos también cambiar nuestras emociones actuando en su contra, realizando conductas que las contradigan.

De hecho no se puede decir que realmente se ha cambiado un pensamiento hasta que actuamos, no una, sino numerosas veces en su contra.

pensamiento-emocion-conducta

A continuación vamos a poner algún ejemplo de problemas emocionales que nos acosan a más de uno y veremos cómo nuestra conducta y acción puede influir poderosamente en ellos.

Imaginémonos a una persona que siente pánico al hablar en público. El mero hecho de pensar en ello hace que tenga palpitaciones y hasta le suden las manos, sin embargo esa persona sabe que su situación laboral podría mejorar mucho si estuviera dispuesta a hacer presentaciones hablando en público.

Todo cambio necesita acción

Ante las situaciones de miedo hay que distinguir entre aquellas situaciones objetivas frente a las que tiene sentido sentir miedo, como por ejemplo entrar en una jaula llena de leones hambrientos, y aquellas otras situaciones en las que el miedo está causado por una causa subjetiva, como por ejemplo: “No puedo soportar hacer el ridículo”, “Si hablo en público haré el ridículo y será terrible.”

Cuando detectemos que tememos una situación que nos produce miedo y no existe una razón objetiva para ello, debemos enfrentarnos a esa situación de forma gradual, aunque sistemática y repetida. Requiere bastante decisión y valor, pero el resultado merece la pena.

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