
El Síndrome de Princesa, en busca del príncipe azul
Síndrome de Princesa
El “maravilloso Mundo de Disney” ha sido creado por la cadena Disney a partir de sus diferentes producciones cinematográficas. Durante muchos años, sus películas han sido un referente para los más pequeños, invitándolos a soñar en grande y vivir una vida de ilusión y fantasía. Especialmente, el público femenino se ha visto influenciado por las conocidas Princesas Disney, quienes han funcionado como estereotipos que posibilitan respuesta respecto a qué se espera de una mujer.
Inicialmente, las princesas clásicas de Disney eran enmarcadas en la necesidad de encontrar un príncipe para ser salvadas. Por ejemplo, Blancanieves muere y es rescatada a partir de un beso de amor de un príncipe. Por otro lado, La Cenicienta y Aurora se dedicaban a las tareas domésticas, escapando de su realidad a través de ensoñaciones y fantasías en las que un conocen el amor de un hombre. Aquellos clásicos proponen modelos femeninos a la espera de un gran amor que modifique su situación actual.
Posteriormente, historias como las de Pocahontas, Mulán o Frozen, suponen una modificación respecto a los parámetros iniciales. Estas nuevas películas se enfocan en mostrar que una mujer puede tener otros intereses, más allá del amor de la pareja y que son capaces por sí mismas. Sin embargo, muchas personas han quedado ancladas con los personajes propuestos por Disney en los años 60. Por tanto, cuando una mujer aspira a vivir una relación idealizada en la que desea ser salvada y protegida por un príncipe azul, se conoce como “Síndrome de Princesa”.
Idealización, dependencia y roles de género en la pareja
Lamentablemente, modelo de pareja en que la mujer que se queda en casa esperando por un hombre protector no queda solo en las películas. De hecho, los roles de género en una relación de noviazgo se constituyen desde el hogar, condicionados por las familias. Así, la sociedad atribuye variables comportamentales, sentimentales y de pensamiento propias de hombres o de mujeres. En este sentido, la cultura tiende a ubicar a la mujer en una posición pasiva, sumisa y dependiente.
La dependencia emocional puede verse como un aferramiento excesivo, baja autoestima, baja tolerancia a la soledad y la tendencia a llevar relaciones de pareja poco equilibradas. En general, los sujetos que se vinculan de esa forma suelen tener importantes miedos e inseguridades que influyen en el modo de interpretar el mundo y de relacionarse. Principalmente, el origen de estos comportamientos se asocia a un apego inseguro en la infancia, por lo que el primer cuidador no le proporcionó sensaciones de tranquilidad, seguridad autorrealización y placer. Por lo tanto, cuando finalmente se encuentra una pareja, la persona cree que es incapaz de ser feliz sin el apego emocional de dicho vínculo.
Esta forma de hacer vida en pareja representa un problema para quien tiene el “Síndrome de Princesa”, pues muestra una necesidad de aprobación constante y se anula como sujeto para evitar perder al otro. Pero, el otro miembro de la pareja se ve idealizado constantemente, debe encajar con los parámetros de una ilusión. Por ende, pueden vivirse muchas presiones ocasionadas por la persona con “Síndrome de Princesa”, que suele presentar expectativas poco realistas respecto a la pareja; quien debería encajar con el estereotipo de príncipe de cuentos de hadas.