
Frases célebres de Giovanni Papini
Frases célebres de Giovanni Papini
El amor no es capaz de ver los lados malos de un ser; el odio no es capaz de ver los lados buenos.
El destino no reina sin la complicidad secreta del instinto y de la voluntad.
La existencia es esfuerzo, es deseo, es dolor.
El amor es como el fuego, que si no se comunica se apaga.
Lo que poseo parece ser mío, pero soy poseído siempre por aquello que tengo.
Quiero saberlo todo. Y siempre me encuentro como antes, triste como la vida y resignado como la sabiduría.
La vida es siempre y dondequiera, fuga y liberación, desaprisionamiento, excarcelación, brote y explosión. Todas las vidas, todos los momentos de todas las vidas.
¿Cómo podré conocerme a mí mismo si no sé encontrarme entre esta inmensidad que me oprime y penetra por doquier? ¿Cómo llegaré a ser verdaderamente yo mismo si no sé reconocerme, si no sé cuál es el centro irreductible, el postrer residuo de mi personalidad?
Todo hombre paga su grandeza con muchas pequeñeces, su victoria con muchas derrotas, su riqueza con múltiples quiebras.
Si un hombre cualquiera, incluso vulgar, supiera narrar su propia vida, escribiría una de las más grandes novelas que jamás se haya escrito.
Solamente los pobres que saben de veras que son pobres, padecen su pobreza.
Nada más común entre los hombres que el deseo de riqueza. Amontonar dinero de todos modos, aún los más infames, ha parecido siempre la mejor y más respetada educación.
Las armas son instrumentos para matar y los Gobiernos permiten que la gente las fabrique y las compre, sabiendo perfectamente que un revólver no puede usarse en modo alguno más que para matar a alguien.
Para comprender a un gran hombre, es preciso referirse, necesariamente, al día de su muerte.
El poeta que estuviera satisfecho del mundo que vive, no sería poeta.
Cuando era joven leía casi siempre para aprender; hoy, a veces leo para olvidar.
En todos los grandes hombres de ciencia existe un soplo de fantasía.
La ira es como el fuego; no se puede apagar sino al primer chispazo. Después es tarde.
Para amar a los hombres es preciso abandonarlos de cuando en cuando. Lejos de ellos, nos acercamos a ellos.
Si es cierto que en cada amigo hay un enemigo potencial. ¿Por qué no puede ser que cada enemigo oculte un amigo que espera su hora?
El pensamiento no se detiene. El final de la última página no es sino el exordio de una nueva página, y cada cumbre alcanzada es un trampolín para otros vuelos.