Frases célebres de Mary Shelley

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¿Quién fue Mary Shelley?

Mary Shelley nació el 30 de agosto de 1797 en Londres, su nombre de nacimiento era Mary Wollstonecraft Godwin. Luego de contraer matrimonio en 1816 con el escritor Percy Bysshe Shelley, adoptó el nombre de Mary Shelley. Se le conoce por ser una dramaturga, ensayista, biógrafa y escritora británica, siendo la novela gótica Frankenstein o el moderno Prometeo su obra más famosa. Del mismo modo, se desempeñó como editora en numerosos escritos realizados por su esposo.

En 1816, Shelley pasó un verano junto con su esposo y otros autores como John William Polidori en una zona cercana a Ginebra, Suiza. Allí la escritora tuvo la idea que más adelante se convertiría en la novela de Frankenstein, de la cual se desprenden muchas de las frases célebres de Mary Shelley.

Sumado a eso, en 1822 su esposo se ahogó cuando navegaba en un velero a causa de una tormenta. El resto de su vida, Mary Shelley se dedicó tanto a desarrollar sus ideas como autora como a editar y promocionar los escritos de su esposo. A lo largo de sus años se vio afectada por distintas enfermedades que se cree que fueron causadas por el tumor cerebral que le produjo la muerte a los 53 años en 1851.

A continuación, veremos una recopilación de las frases célebres de Mary Shelley más icónicas que aparecieron sus múltiples obras.

Frases célebres de Mary Shelley

Sé que usted busca el conocimiento y la sabiduría, como yo lo hice una vez; y espero vivamente en que la satisfacción de sus deseos no resulte ser una serpiente que le muerda, como ha sucedido en mi caso.

Un pensamiento de duda contamina el día.

Es difícil creer que el destino de un hombre sea tan bajo que le lleve a nacer sólo para morir.

Toda política llevada al extremo debe ser producto de la maldad.

El ángel caído se convierte en un malvado demonio. No obstante, incluso el enemigo de Dios y del hombre gozó de la compañía de amigos y semejantes en su desolación. Yo en cambio, estoy completamente solo.

La guerra es el juego del estadista, la dicha del sacerdote, la burla del abogado y la profesión del asesino mercenario.

Pero tenemos la obligación de esconder nuestro dolor para no aumentar el de los que nos rodean.

Mis sueños eran más fantásticos y magníficos que mis escrituras.

El amor, que no es más que un episodio en la vida de los hombres, es la historia entera en la vida de las mujeres.

No deseo que las mujeres tengan más poder que los hombres, sino que tengan más poder sobre sí mismas.

Nada contribuye a tranquilizar la mente como un propósito firme, un punto en el que pueda el alma fijar sus ojos intelectuales.

Ningún hombre elige el mal por ser mal, sólo porque lo confunde con felicidad. Busca lo bueno.

La vida, aunque sólo sea un cúmulo de angustias, es muy querida para mí y voy a defenderla.

Nada es más doloroso para la mente humana que un cambio grande y repentino.

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