
frases de Boris Cyrulnik
Frases de Boris Cyrulnik
Nunca se consiguen liquidar los problemas, siempre queda una huella, pero podemos darles otra vida, una vida más soportable y a veces incluso hermosa y con sentido.
Todo hombre herido se ve forzado a la metamorfosis.
La quimera llamada «ficción» es hermana gemela del «relato de uno mismo».
El medio más seguro de torturar a un hombre es desesperarlo diciéndole: «Aquí no hay porqués». Esta frase le hace caer en el mundo de las cosas, les somete a las cosas y le convierte a él mismo en una cosa.
Cuando se es desgraciado, el placer nos da miedo.
Con cabos de lana biológicos, afectivos, psicológicos y sociales, pasamos nuestra vida tejiéndonos a nosotros mismos.
Hablamos, hablamos, y las palabras se suceden, pero sólo cuando la música de la voz nos prepara para el punto final comprendemos al fin dónde nos llevaban.
El amor en todas sus manifestaciones es la cura para sanar las heridas de la infancia.
Basta con ser, para ser superior.
Uno puede renacer un poco, pero se vive de otro modo, porque una angustia mortal nos invade el alma.
«La esencia del humor reside en el hecho de que uno se ahorra los afectos a los que habría debido dar lugar una determinada situación, y en que uno se sitúa por encima de esas manifestaciones emocionales gracias a una broma», decía Freud.
Hay quien permanece en silencio para esconderse, quien baja la cabeza y esquiva las miradas para aislarse de los demás.
Sólo los mitos confeccionan relatos deterministas.
Las palabras son pedazos de afecto que transportan a veces un poco de información.
La transmisión de información por medio de palabras ¡apenas representa el 35 por ciento del mensaje!.
Que la resiliencia no haya sido estudiada, a pesar de que todos los facultativos la hayan constatado, es muy diciente acerca de nuestra cultura, una cultura para la cual los sobrevivientes siguen siendo sospechosos. «Si no murieron con los demás fue porque pactaron con el agresor. Sólo las víctimas son inocentes».
Una relación verdadera provoca una influencia recíproca. Son dos mundos íntimos que interactúan y uno modifica al otro.
La denegación psicológica permite pasar una velada tranquila, pero el uso intencional del olvido permite saborear la dicha de ser racista.
En el mundo real, cada encuentro constituye una bifurcación posible.