
frases de Rubén Darío
Citas célebres de Rubén Darío
No dejes apagar el entusiasmo, virtud tan valiosa como necesaria; trabaja, aspira, tiende siempre hacia la altura.
Cuando el hombre ama de veras, su pasión lo penetra todo y es capaz de traspasar la tierra.
Creo que siempre es preferible la neurosis a la imbecilidad.
Es la tarde gris y triste. Viste el mar de terciopelo y el cielo profundo viste de duelo.
Las traiciones de la ambición nunca cesan.
No dejes apagar el entusiasmo, virtud tan valiosa como necesaria; trabaja, aspira, tiende siempre hacia la altura.
La poesía existirá siempre que haya un problema de vida o muerte.
Cuando quiero llorar, no lloro… y a veces lloro sin querer.
Este axioma a toda hora habrás de meditar: la ciencia de vivir es el arte de amar.
La princesa está triste, ¿qué tendrá la princesa? Los suspiros se escapan de su boca de fresa.
Dichoso el árbol que es apenas sensitivo, y más la piedra dura, porque ésta ya no siente, pues no hay dolor más grande que el dolor de estar vivo, ni mayor pesadumbre que la vida consciente.
Todo lo que vemos o nos parece, ¡no es sino un ensueño dentro de un ensueño!
Las letras, como las flores, como las frutas, como los pueblos, suelen sufrir epidemias que las devastan y desfiguran.
Y llegó el invierno, y el pobre sintió frío en el cuerpo y en el alma.
Hagamos, porque es bello, el bien…
La elegancia no consiste en el exceso de adornos, ni en la profusión de alhajas.
Aborreced las bocas que predicen desgracias eternas.
Hoy, en plena primavera, dejo abierta la puerta de la jaula al pobre pájaro azul.