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La frenología de Gall: 7 supuestos
La frenología de Gall
La forma del cerebro y de la cabeza parecían decirlo todo para el médico alemán Franz Joseph Gall (1758-1828), el creador de esta doctrina.
Ya desde pequeño, Gall sintió interés por el cráneo, y esto se acentuó cuando fue estudiante de medicina. Fue así como determinó que, quienes poseían ojos prominentes, tenían buena memoria.
Los primeros estudios creneométricos de Gall comenzaron con individuos que se encontraban en los manicomios, las cárceles, las escuelas y los asilos y, desde 1972, había comenzado a coleccionar cráneos de animales y humanos. Hoy día su cráneo forma parte de su misma colección.
En el año 1802 se sabe que ya contaba con más de 300 cráneos humanos, con lo cual tenía suficiente material para sus estudios.
Comparando los estudios de otros médicos, Gall llegó a establecer diferentes características, pues, con anterioridad había examinado la lista de Thomas Reid y de Dugald Stewart, lo cual le llevó a establecer 37 facultades.
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Es por ello que se le ha considerado como un pionero en la psicología comparada, puesto que también examinó los cráneos de diferentes especies.
Pero los alcances de esta pseudociencia fueron mucho más lejos. Para Gall, la forma del cerebro era importante y permitía ubicar facultades mentales en localizaciones específicas, concediendo una gran importancia a la función que cumplía dicha zona.
Intentos previos a la frenología de Gall
Es necesario recordar que estas posturas de localizacionanismo y antilocalizacionismo, aunque son más recientes, sí cuentan con pensadores más antiguos.
Pues, en la Antigüedad ya existía una preocupación por conocer cómo funcionaba el cerebro, y esto se puede constatar en los planteamientos de filósofos griegos como Herófilo (300 a.C), para quien existían diferencias entre los nervios sensitivos y motores, así como en Erasistrato (260 a.C), quien propuso que los nervios sensitivos y motores estaban ubicados en el cerebro.
Así que la frenología de Gall surge como un intento más de localizar funciones en el cerebro; de hecho, para Rene Descartes (1596-1650), el centro del alma se encontraba ubicado en la hipófisis o glándula pineal.
En todo caso, se pudiese decir que los postulados de la frenología de Gall, que dieron base a la práctica neurológica, por muy descabellado que pudiese sonar en principio. Pues, no en vano muchos consideraron a Gall como un charlatán, mientras que otros curiosos sí le seguían. Al final, todos estaban fascinados con sus planteamientos.
Pero, más allá de todo esto, la frenología de Gall dio un paso importante para que, posteriormente, la anatomía, la neurología y la patología clínica, pudiesen ahondar en sus campos.
La frenología de Gall tuvo que hacer frente a muchas críticas, entre ellas a la censura por parte de la Iglesia, quien la consideró materialista y determinista. Además de ello, Gall tuvo que enfrentarse a las críticas sobre los errores en la localización de las áreas y funciones que él sostenía
Los supuestos de la frenología de Gall
De acuerdo con el autor Walter Arias, en su investigación sobre la frenología y sus implicancias, Gall trabajó con base en siete supuestos que fueron los siguientes:
- El cerebro es el órgano de la mente;
- La mente está compuesta por múltiples facultades;
- Las facultades mentales están asentadas en diferentes órganos en el cerebro;
- El tamaño de un órgano se corresponde con su función;
- La forma del cerebro está determinada por el desarrollo de estos órganos;
- El cráneo toma la forma del cerebro, y
- Se pueden analizar las tendencias del ser humano por medio de la palpitación del cráneo.
Aunque no todos estos supuestos sean del todo correctos, sí sirvieron para que la mente fuese trasladada hasta el cerebro.
Además de los supuestos señalados, Gall también creía que la inteligencia y la personalidad de alguien se podían reducir a 42 facultades, de las cuales, seis eran domésticas, diez egoístas, cinco morales, cinco autoperceptivas, ocho intelectuales, cuatro literarias y cuatro reflexivas.
Los postulados de Gall fueron incompletos, aunque no incorrectos del todo, pues, más adelante se supo, gracias a Broca, por ejemplo, que sí había una localización cerebral para el lenguaje, entre otros.