La Metáfora de la Pantalla del Ordenador
Metáfora
“Dos mujeres se encontraban en su despacho compartido trabajando con sus respectivos ordenadores. A una de las mujeres (Luisa) mientras estaba escribiendo, le empezaron a aparecer mensajes en la pantalla de su ordenador. Mensajes que decían “nunca solucionarás tu problema” “eres una inútil” “la gente te ve mal”. Cuando leyó estos mensajes empezó a creérselos y a angustiarse, a sufrir terriblemente ¡¡¡Parecían tan ciertos!!! Entonces intentó borrarlos de la pantalla, pero no pudo. Así que continuó trabajando. De vez en cuando, volvían a aparecer pero como ella sabía que no podía eliminarlos, no intentó hacer nada y siguió trabajando. A pesar de los mensajes que a veces aparecían y le hacían sufrir, la mujer disfrutaba y se sentía bien consigo misma porque su trabajo estaba quedando tal y como ella quería.
Misma situación, diferentes soluciones
La primera lección que nos brinda esta metáfora es algo tan sencillo como que dos personas pueden reaccionar de una forma diametralmente opuesta aún cuando se les presenta una situación completamente idéntica. Parece algo obvio, pero en ocasiones nos dejamos llevar por la creencia errónea de que “somos así” y que actuamos en consecuencia, muchas veces de un modo que nos hace daño, porque no podemos cambiar nuestra “forma de ser”. Tratamos de justificar nuestro comportamiento continuamente (ej. “yo lo intento controlar pero no puedo”, “soy así y siempre he sido así”, “me sale solo”, “no puedo parar esos pensamientos”…).
Pensamientos automáticos negativos
Los mensajes que aparecen en la pantalla del ordenador son una analogía de los miles de pensamientos que visitan incesantemente nuestra cabeza sin previo aviso. No se les necesita ni tampoco se les espera, pero se pasean por nuestra casa importándoles bien poco si nos interrumpen o no. Son un incordio, como los huéspedes sin invitación.
Estos pensamientos son fruto de todas nuestras vivencias y experiencias pasadas. Muchas veces nos ayudan, pero en este caso concreto nos distraen y nos alejan de alcanzar la meta o el objetivo que nos hemos marcado.
No olvidemos que somos una fábrica de pensamientos y que muchos de esos productos mentales tienen vida propia. Son automáticos, les gusta desafiarnos y nos ponen a prueba continuamente. Vienen y van de forma natural, como las olas en el mar. Se presentan como afirmaciones reales, en muchos casos de forma categórica, por lo que tendemos a tomarlos como verdaderos aunque no tengamos pruebas suficientes que los confirmen. Al otorgarles este grado de certeza, casi absoluto, nos cuesta horrores distanciarnos de ellos.
Me identifico con Luisa
Quizás alguien que esté leyendo esto se identifica más con Luisa que con Mónica. Le doy mi más sincera enhorabuena porque posee la codiciada capacidad de seguir dando pasos en el camino a pesar de que en algún momento puedan amenazarle baches, obstáculos o dificultades que le empujen irremediablemente a vencerlos, abandonando así temporal o indefinidamente su viaje.