
La rumiación nocturna, esos pensamientos intrusos que nos impiden dormir
Qué es la rumiación nocturna
En psicología se conocen a los pensamientos rumiantes como aquellos que tenemos de forma continua y de los que nos cuesta desprendernos. Por ejemplo, si unas semanas atrás expusimos un trabajo públicamente y creemos que pudimos haberlo hecho mejor, es posible que días y semanas después sigamos dándole vueltas. Incluso nos pueden invadir pensamientos sobre acontecimientos que tuvieron lugar hace años. Es más, hasta pueden asaltarnos hechos que no han ocurrido y que no sabemos ni si ocurrirán. Se nos da muy bien imaginar el futuro y, además, vaticinar pensamientos negativos, ¿verdad?
Seguro que nos ha pasado más de una vez. Ha llegado la noche y por mucho sueño que tengamos o por muy cansados que estemos, un pensamiento – o unos cuantos – nos han sobresaltado y nos han desvelado. ¿Y ahora qué? ¿Cómo cogemos el sueño? Y lo más importante, ¿por qué ocurre y cómo podemos prevenirlo? Los pensamientos rumiantes suelen ser automáticos, es decir, surgen de forma espontánea y son difíciles de controlar. Sin embargo, es posible trabajar con los automatismos y lograr reducirlos. El equipo de García Cruz (2017) define la rumiación como «la serie de ideas recurrentes, repetitivas, intrusivas, pasivas e indeseadas acerca de la propia tristeza, su origen, sus posibles causas y consecuencias».
¿Por qué ocurre?
La razón de la rumiación nocturna se sustenta en varias explicaciones. En primer lugar, debemos tener en cuenta que durante el día estamos más entretenidos: trabajo, familia, responsabilidades varias… Incluso aunque no tengamos nada que hacer, podemos acceder a internet y pasar el día viendo películas, series, vídeos, etc. De este modo, nuestra atención siempre está ocupada. ¿Qué ocurre cuando nos vamos a dormir? Que no entretenemos la mente y, de este modo, comienzan a surgir un sinfín de pensamientos que durante el día hemos estado reprimiendo.
Se estima que tenemos una media de 15 pensamientos por minuto mientras estamos despiertos, a dónde se dirigen estos pensamientos, es cosa nuestra…
Qué podemos hacer
A pesar de que este tipo de pensamientos surgen de forma automática, sí podemos entrenar la mente para que surjan en menor medida y, sobre todo, con una menor fuerza y durante un menor tiempo. Por ejemplo, no es lo mismo pensar en una discusión que tuvimos hace una semana y «echarle leña al fuego» con comentarios como «fue injusto», «no merecía ese trato», «no me esperaba eso de él», «ya no confiaré en nadie más»… Que pensar en esa situación y observarla sin juzgarla. Cuando no existe juicio, no existe enredo, es decir, no nos enredamos en el pensamiento negativo y de la misma forma que viene, se va.
1. Practicar Minfdulness
Sin duda, el primer consejo es comenzar a aplicar el mindfulness en nuestra vida. Si dedicamos 15 minutos al día a centrar la atención en la respiración, nos ayudará cuando tengamos que controlar los pensamientos rumiantes. Es decir, si aprendemos a centrar el foco de atención en un aspecto como la respiración, cuando surja un pensamiento automático, seremos capaces de desengancharnos de una forma más rápida. Así pues, entrenar la atención será fundamental. Sin embargo, también podemos practicar mindfulness en muchas situaciones, tan solo consiste en vivir nuestro día a día con atención plena a lo que estamos haciendo.
2. Simplificar nuestra vida
Una gran parte de la rumiación nocturna la dedicamos a repasar numerosos aspectos de nuestra vida. En ocasiones, nos introducimos en proyectos que no aportan, o seguimos manteniendo amistades a pesar de ser perjudiciales. Por ello, es importante observar qué aspectos de nuestra vida podemos simplificar. Una vida sencilla no implica que tenga que ser menos satisfactoria, al contrario, porque aquello que haremos, lo haremos porque nos llene y dejaremos de lado todo lo que nos pueda causar malestar.
3. Los problemas: para el día siguiente
Es común que en la pareja se hablen los problemas por la noche, ya que es uno de los momentos donde están juntos. Se pueden abordar problemáticas tanto de la pareja como tal como de aspectos que surgen en la relación como una hipoteca, un viaje, etc. A pesar de este rato de relax en la cama y de que puede incitar a abordar temas problemáticos, lo mejor es hacerlo al día siguiente. ¿Por qué? Porque en cuanto apaguemos la luz, es muy posible que ese problema siga «rebotando» en nuestra cabeza. Por ello, se desaconseja hablar posibles problemas por la noche.