
Miedo a la soledad, reconciliándonos con nosotros mismos
¿Por qué sentimos miedo a la soledad?
Desde que nacemos, necesitamos de los demás paras sobrevivir. Nos desarrollamos en el seno de una familia en la que nuestras necesidades afectivas se ven cubiertas y nos desarrollamos gracias a la interacción con otras personas. Pero en algunas circunstancias, ya sea por pérdidas dolorosas o relaciones sociales pobres, las personas pueden crecer con una autoestima frágil y una fuerte necesidad de aceptación por parte de los demás.
Además, podemos adaptar en nosotros mismos las expectativas que nos imponen externamente, expectativas que pueden llegar a convertirse en distorsiones cognitivas y que, cuando llegamos a la edad adulta, se convierten en un mantra que tenemos completamente asimilado y que nos repetimos constantemente, como: “Para ser feliz necesito una pareja” o “Si a cierta edad no he conseguido formar una familia seré una persona triste y fracasada”. El no haber conseguido todo aquello que la sociedad “esperaba” de nosotros puede transformarnos en auténticos esclavos del temor al rechazo y esto nos lleva a tener formas de vidas poco saludables, llenas de frustración y dependencia.
Las consecuencias del temor a la soledad: La dependencia emocional y las malas decisiones
Seguir patrones de comportamiento que evitan a toda costa la soledad puede hacer que nos dañemos más aún que si nos autoinflingieramos esta descarga: dañamos nuestra autoestima e incluso nos mantenemos sumidos en relaciones tóxicas y perjudiciales con los demás.
Con estas relaciones de dependencia tratamos de rellenar los vacíos existenciales que nos mantienen temerosos y dejamos de crecer por y para nosotros mismos para así adaptarnos a las exigencias y necesidades de otras personas, cuyo amor quizás nos perjudica más de lo que nos reconforta.
La necesaria soledad
Somos animales sociales que necesitan unos de otros para sobrevivir; el aislamiento y la soledad involuntaria pueden llegar a ser perjudiciales para la salud, pero la soledad buscada es un estado necesario para nuestra estabilidad mental. Nos hemos acostumbrado a estigmatizarla, a asociarla al castigo, a lo inconveniente. Algunos incluso consideran a las personas solitarias como extrañas y poco saludables.
Sin embargo, estar solos es esencial para reflexionar y reencontrarnos con nuestros deseos, con nuestra realidad. Conseguimos que surjan nuevas ideas y podemos experimentar verdaderos momentos existenciales, en calma y en búsqueda de paz. Reconocer qué nos ocurre, hacia donde queremos dirigirnos y qué nos perjudica. Afrontar problemas y dejar de resistirnos ante nuestros miedos, son varios de los beneficios que abrazar la soledad de forma consciente puede brindarnos.
Como enfrentarnos al miedo a estar solos
Dejar de tener miedo a estar solos no es más que aprender a amarnos a nosotros mismos. Una meta que podemos conseguir con esfuerzo y trabajo. Es necesario alejar de nuestros patrones de comportamiento las distorsiones cognitivas que pueden mantenernos en este estado de dependencia tales como: “Sólo podre ser feliz estando con alguien” “Si nadie me quiere es porque no soy una persona valiosa” o “Yo sola/o no podré llevar adelante mi vida y mis responsabilidades”. Estas distorsiones entre muchas otras pueden ser eliminadas a través de la Terapia cognitivo-conductual que puede llevarse a cabo con un profesional de la psicología.