¿Por qué prejuzgamos?

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¿Por qué prejuzgamos? ¿Por qué Juan va a prejuzgar? Juan va caminando solo por la calle. Son las dos de la madrugada y vuelva a casa después de trabajar en un restaurante. Observa que a lo lejos se acerca otro hombre con un aspecto un tanto amenazante. Juan, en lugar de seguir recto, gira a la derecha en cuanto puede para intentar evitar cruzarse con esa persona por si le ataca. Este ejemplo tan común, sirve para plasmar los prejuicios sobre los demás. Pero la cuestión principal es, ¿por qué prejuzgamos? ¿Qué nos lleva a actuar conforme a un prejuicio?

¿Por qué prejuzgamos?

Primero de todo, recordemos el concepto de prejuicio, «pre-juicio». El prejuicio consiste en juzgar o emitir una opinión de alguien sin conocerlo y, por norma general, suelen ser opiniones negativas. El famoso psicólogo Gordon Allport, pasó gran parte de su carrera investigando este fenómeno. Su definición de 1979 es una de las más aceptadas, en la que define el prejuicio como «una actitud suspicaz u hostil hacia una persona que pertenece a un grupo, por el simple hecho de pertenecer a dicho grupo, y a la que, a partir de esta pertenencia, se le presumen las mismas cualidades negativas que se adscriben a todo el grupo». Margarita del Olmo, del departamento de Antropología del CSIC, también destaca que existen prejuicios positivos y neutros.

De este modo, cuando observamos a alguien y tan solo por su aspecto o por pertenecer a un grupo determinado ya lo jugamos, estamos haciendo uso de nuestros prejuicios. El prejuicio surge de forma automática, sin un proceso racional por medio. Sin embargo, es importante tener en cuenta que el prejuicio, a pesar de ser automático, es un pensamiento y es aprendido. De la misma forma que pensamos que un determinado aspecto puede representar amenaza, también podemos pensar que puede no representar nada.

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Entonces, ¿por qué prejuzgamos? La razón por la que prejuzgamos es por un aspecto adaptativo del ser humano. En muchas ocasiones, necesitamos tomar decisiones de forma rápida y los prejucios nos sirven de atajos mentales. Si creemos que alguien de un grupo puede ser peligroso, tenderemos a evitarlo buscando conservar nuestro bienestar. Aún así, el prejuicio suele estar plagado de aspectos negativos sobre los demás. Los mejores ejemplos son el racismo, la xenofobia, la homofobia y el machismo. Desde que somos pequeños podemos escuchar en nuestra familia que ciertas personas de determinados países son perjudiciales. También podemos escucharlo a nivel general a nuestro al rededor. ¿Qué ocurrirá? Que cuando veamos a una persona de esos países lo primero que vendrá a nuestra mente será un juicio negativo, es decir, un pre-juicio.

El peligro de prejuzgar

Lo peligroso es no saber que estamos prejuzgando e ignorar que nuestro pensamiento es un aprendizaje. El peligro de prejuzgar se ha atisbado en líneas anteriores. Se pueden crear movimientos e ideologías racistas y xenófobas que lleven tanto a la violencia más sutil como a la más despiadada. Todo ello fruto de un prejuicio que nos acompaña desde que somos pequeños. Otro peligro de los prejuicios es precisamente su instauración en nuestra mente. Por lo general suelen ser aprendidos. Si, por ejemplo, tenemos una mala experiencia con un colectivo determinado, hasta cierto punto puede ser normal desarrollar ese prejuicio. Por lo que si un día nos encontramos con alguien de ese colectivo, tenderemos a evitar el contacto.

Pero no siempre es así. Si repasamos en nuestra mente, la gran mayoría de nuestros pensamientos son aprendidos de forma inconsciente desde que somos pequeños. De esta forma, llegamos a creernos que la realizad es lo que pensamos sin pararnos a pensar que en realidad no es más que un punto de vista. El peligro es precisamente ese, pensar que nuestro pensamiento es la realidad e ignorar que se nos ha ido imponiendo sin darnos cuenta desde que somos pequeños. Si, por ejemplo, desde nuestra infancia nos dicen que todas las palomas son blancas, creeremos que todas son de ese color y cuando veamos una gris nos causará desconcierto: «¿pero no eran todas blancas?».

Si creemos que cierto colectivo es perjudicial, si un día alguien de ese colectivo nos trata bien podremos entrar en contradicción, incluso podemos desconfiar. Es más, se puede llegar a negar esta conducta y pensar que «por uno decente que haya no excusa al resto». Es por esto que los prejuicios son tan dañinos, porque nos anclan a una supuesta realidad que creemos sólida y actuamos a partir de ahí. Si nuestro prejuicio surge de una mala experiencia, nuestro instinto de supervivencia actúa y nos previene de cara al futuro, por lo que el prejuicio, en este caso sería algo más adaptativo. Pero si no es así, se tratará de un pensamiento infundado por la familia, los amigos, la cultura, los medios y todo aquello que nos rodea. Así pues, ya sabemos responder mejor a la cuestión de por qué prejuzgamos.

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