
Reflexiones e historias cortas para reflexionar con moraleja: Lecturas inspiradoras y motivadoras
4 Historias motivadoras cortas con moraleja
Las historias motivadoras cortas con moraleja son verdaderos tesoros de inspiración y sabiduría. No solo entretienen, sino que también despiertan reflexiones profundas y nos invitan a mirar la vida desde nuevas perspectivas. A continuación, te presentamos una selección de estas joyas narrativas que, estamos seguros, te cautivarán y enriquecerán:
Relato japonés: asumir emociones
Los japoneses son especialistas en crear historias cortas con moraleja y la siguiente es un claro ejemplo de ellos.
Un General cruel y sádico entró un día con su ejército en una población. Sus hombres se lanzaron inmediatamente a robar todo lo que pudieron y a producir toda suerte de estragos. Violaron a las mujeres, mataron a los niños, prendieron fuego a las casas y destrozaron las cosechas.
Cuando el general se enteró de que había en la población un maestro zen muy respetado, se propuso vencerlo también. El General galopó hasta una colina situada a las afueras de la ciudad y entró a lomos de su caballo en el atrio zen.
Allí, meditando sobre un cojín, se hallaba un hombre pequeño. El General acercó su caballo hasta él y colocó sobre su cabeza la espada ensangrentada. El hombre lo miró y le dijo:
“¿No te das cuenta de que te puedo traspasar con esta espada en menos que canta un gallo?”
“¿Y tú no te das cuenta de que yo podría ser traspasado con esa espada en menos de que canta un gallo?”
Preguntó a su vez el maestro zen. En este punto se dice que el general se quedó desorientado, tras lo cual agachó la cabeza y abandonó la población.
La joya del monje, historias cortas para reflexionar sobre lo material
Un monje andariego se encontró, en uno de sus viajes, una piedra preciosa, y la guardó en su talega. Un día se encontró con un viajero y, al abrir su talega para compartir con él sus provisiones, el viajero vio la joya y se la pidió.
El monje se la dio sin más. El viajero le dio las gracias y marchó lleno de gozo con aquel regalo inesperado de la piedra preciosa que bastaría para darle riqueza y seguridad todo el resto de sus días.
Sin embargo, pocos días después volvió en busca del monje mendicante, lo encontró, le devolvió la joya y le suplicó:
“Ahora te ruego que me des algo de mucho más valor que esta joya… Dame, por favor, lo que te permitió dármela a mí”.