Síndrome del Salvador, ¿qué es y cómo superarlo?

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El síndrome del salvador

El síndrome del salvador se podría explicar a través del modelo del triángulo de Karpman, según el cual hay tres roles que adoptan las personas al relacionarse con los otros. De acuerdo con este modelo, gran parte de los conflictos interpersonales resultan de procesos que se llevan a cabo de forma inconsciente y que impulsan a la persona a adoptar un rol conflictivo.

Aunque la actitud del salvador parezca genuina, la verdad es que termina por perseguir al salvado. Puede preocuparse tanto por los demás que su propia felicidad queda olvidada y no logre disfrutar de la vida.

Vallhonrat en su estudio sobre el triángulo dramático, también llamado Triángulo de la Supervivencia, sostiene que durante la infancia se asumen estos papeles para lograr sobrevivir emocionalmente. Los niños comienzan por sentirse víctimas, ya que todas sus necesidades no pueden ser cubiertas, especialmente la de sentirse amado de forma incondicional. Tampoco puede decir un ‘no’ como respuesta en todo momento porque depende de los adultos.

El niño que se siente víctima, se convierte luego en un perseguidor en el colegio. Esto también sucede en la edad adulta, en la medida que cada quien busca protegerse de su dolor emocional. Algunos adultos se convertirán en salvadores, otros van a sentir resentimiento y serán perseguidores y otros terminarán como niños indefensos, o víctimas.

Todos estos roles son un intento de conseguir afecto. El salvador actuará bajo influencia de la culpa, la víctima del resentimiento y el perseguidor de la agresividad.

¿Cómo salir del síndrome del salvador?

Para establecer relaciones sanas y abandonar el rol del salvador es necesario, en primer lugar, tomar conciencia del papel que se está asumiendo, el cual pudiese estar siendo interpretado desde la niñez como una forma de entablar un equilibrio en el sistema familiar.

Las personas que juegan el rol del salvador necesitan sentirse útiles, especiales o valoradas y queridas. Por ello no desean abandonar el papel.

El proceso comenzaría por aprender a amarse y valorarse a sí mismo, fortaleciendo su autoestima y permitiendo que cada quien se haga cargo de sus responsabilidades. Se debe permitir que los demás tomen sus propias decisiones. Incluso, es necesario respetar a los otros, sin pretender cambiarlos o dirigir sus vidas. Más bien, se debe trabajar en las propias carencias.

La ayuda que se preste a los demás debe estar caracterizada por el respeto, aceptándole y dejando espacio para que cada quien asuma la responsabilidad de su vida.

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