Tener razón: una necesidad humana que puede ser dañina

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Hay una idea de la que nunca tenemos suficiente; es algo que deseamos tener cada vez más, y no es dinero. Incluso las guerras y los divorcios han surgido de esta idea, y nos estamos refiriendo a la necesidad de tener razón.

En este artículo veremos detalladamente el tener razón, pasando por los principales peligros de esa necesidad, y terminaremos, tras haber debatido si es bueno perseguir tener la razón o a veces es mejor dejarlo pasar, con las características de esas personas que creen llevar siempre la razón.

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¿Es bueno o malo la necesidad de tener razón?

En un mundo tan inseguro, tener razón es algo maravilloso, nos reconforta y nos brinda seguridad. Nos protege, por lo que siempre la buscamos. El profesor Pablo Foncillas advierte, sin embargo, que tener razón nos impide ver la vida con los ojos de los demás desde el momento en que la experimentamos.

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Tener razón significa que no tienes dudas porque tienes confianza en ti mismo. Cuando consideramos que nuestro argumento es correcto, válido e inapelable, no hay lugar para la opinión de otros. Además, incluso cambiar una postura o pensar en la piel del otro es un signo de debilidad en los tiempos actuales.

Cuando consideramos que nuestro argumento es correcto, válido e inapelable, no hay lugar para la opinión de otros

Schopenhauer escribió que si alguien se enfada con un argumento, se debe atacarlo con fuerza: no solo porque es bueno, sino porque hay que suponer que ha tocado el punto débil de su razonamiento y, es probable, que en ese momento se le pueda atacar más de lo que uno mismo ve de momento. Este importante autor veía el hecho de tener la razón como un arte.

Sin embargo, «El arte de tener razón» es una obra que promueve la civilización, ya que además de la filosofía de Schopenhauer, sus 38 tácticas crean un libro que sigue una tradición que necesita ser recuperada con urgencia. El conocimiento de las ideas va más allá de la necesidad humana de establecer los límites y los contenidos de la naturaleza. En nuestras conversaciones, la «verdad» es solo uno de los objetivos posibles y rara vez el más importante.

Peligros de desear tener la razón e incluso de tenerla

En los últimos años, hay una pregunta que se repite mucho: ¿Prefieres ser feliz o tener razón? Perseguir tener razón a toda costa es una motivación, a priori, para luchar contra las injusticias, pero se paga el precio de vivir alejado de otras emociones motivadoras como la alegría y el altruismo, así como de evitar a los demás. Sin embargo, el mayor riesgo es convertirse en una persona amargada, con pensamientos rígidos y comportamientos ofensivos, aunque bien justificado.

La ilusión de control, alimentada por la sociedad tecnológica donde aparentemente la realidad es sencillamente controlable con un simple clic, es el otro aspecto. Esta ilusión se cae ante las tragedias de nuestra vida o la incapacidad para ponernos de acuerdo incluso en aspectos importantes para todos. El control conduce al descontrol, lo que conduce a la desesperanza y la amargura.

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La constante necesidad de tener razón es uno de los mayores males de la humanidad. «Mi verdad es la única verdad y la tuya no vale» es una creencia arraigada en muchas personas e incluso en algunos organismos, grupos políticos o países que disfrutan de comercializar sus creencias como panfletos moralizadores.

Las personas son verdaderas máquinas de creencias. Las interiorizamos y las asumimos como programas mentales y verdades absolutas. Finalmente, las asimilamos y se convierten en parte de nuestro ser. En realidad, nuestro orgullo está compuesto por una variedad de creencias rígidas y diversas, las cuales hacen que muchos pierdan a sus amigos solamente por querer tener la razón siempre.

Por otro lado, es importante recordar que todos tenemos completo derecho a tener nuestras propias opiniones, verdades y predilecciones, esas que hemos descubierto con el tiempo y que tanto nos definen y nos identifican. No obstante, hay que tener cuidado, porque ninguna de ellas debe secuestrarnos hasta el punto de llevarnos al calabozo de mi verdad es la única verdad que importa.

Características de las personas que «siempre tienen la razón»

Este aspecto no se presenta como una característica única del sujeto en general; en cambio, es una manifestación de un tipo particular de personalidad. No aceptar otro punto de vista nos demuestra la falta de confianza que estas personas tienen en los demás. Debido a que no valoran las opiniones y argumentos de los demás, no prestan atención a las opiniones y argumentos de los demás, lo que les hace tener poca empatía con los demás.

No aceptar otro punto de vista nos demuestra la falta de confianza que estas personas tienen en los demás

Estas personas están claramente obsesionadas con el control de las circunstancias y con tener razón. No están a gusto con las situaciones novedosas y los cambios porque todo lo que sea salirse de sus normas y su rutina les incomoda. Dado que desarrollan una serie de rutinas en su vida que acaban convirtiéndose en imprescindibles, esto les convierte en personas poco flexibles y, en ocasiones, realmente maniáticas.

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En ocasiones, esta actitud de orgullo esconde una personalidad insegura que busca constantemente el reconocimiento de los demás, y piensan que imponiendo sus puntos de vista pueden obtener el reconocimiento y el prestigio que tanto anhelan. Llegados a ese punto, es incluso que, en momentos determinados, hasta ellos piensen en la posibilidad de no tener la razón, pero el simple hecho de admitirlo les es imposible.

Hay individuos que, como opinadores profesionales, tienen la obsesión de siempre tener razón. Son perfiles con mucho ego y muy poca empatía, además de que son expertos en generar conflictos constantes y maestros astutos en perturbar la armonía en cualquier situación.

Los dictadores son el ejemplo más característico de este tipo de personalidad llevada al límite, ya que creen tener razón siempre y no respetan ninguna idea ni opinión que difiera de las suyas. Esta clase de personalidad se puede desarrollar en cualquier nivel social o profesional.

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